Esa es una larga historia, Mauricio, que procuraré resumir:
Aunque no me quedaba a la comida desde el principio ( el domingo descansa hasta Dios, excepto algunos gilipuertas), dado que me esperaban en Santiago de Compostela antes de las tres y media de la tarde.

, cuando el "dulce sopor del vino" del que hablaba el poeta - más bíen el cubo de cerveza y de escocia - me abandonó a eso de las doce de la mañana, me largué más deprisa que adelanta un montecarlo y, de esa guisa, dejé a Perdi en la habitación (un abrazo, señor vocal y compañero) para salir pitando del hotel.
Todo fué bien - tan contento con mi caudalímetro nuevo puesto y el viejo (ni 30.000 k ha durado) en el maletero- hasta llegar a la provincia de Lugo, en la que mediando una laaaarga cuesta arriba, a mi Petronio le dió por encender el aviso de motor y ponerme a 120.... cuando se dejaba.
Un calvario, compañeros. No obstante el coche andaba, con que cumpliendo escrupulosamente los mandatos de tráfico, conseguí llegar a tiempo a Santiago, maldiciendo a los japoneses, los alemanes, los suecos, y a un tractorista de Xan Xulian que casi me adelanta, el cabestro, en una cuesta de 3ª.
El resto de la odisea me la salto. Cuando he terminado de ganarme el jornal, como debe de ser, me he arriesgado a ir de Santiago hasta A Coruña, donde había avisado a Dársena Motor (el concesionario del que algunos hablais también, con razón)....
Lo que es la vida: mientras le explicaba a don Tino Alonso - jefe de taller, al que aprovecho para enviar mi eterna gratitud, por si nos lee, que lo mismo va a ser que sí

), entra un fulano con un Porsche Chayane de esos, y me pide - amablemente, que si no lo mueve él con la reductora, si lleva ese horror de coche de esto - que lo aparte un poco.
Mientras hacía esto, veo a un apuesto y apolíneo joven, tocada la barba en perilla, con el gesto adusto del que tiene cosas importantes que hacer, en la ventanilla de recambios, " apoyao en el quicio de la mancebía" (vá por usted, colega 8) )".
La verdad es que no me he descojonado - con perdón- de reir porque aún no me habían dicho lo que tenía mi Petronio y yo, en mi ignorancia suma, me temía un turbo roto, una junta de la trócola, o unos vindeles que en cualquier caso, no bajaran del mil de leuros...
Total, que era el Rubén, en el trance de comprar una correa para esa avería que refiere previamente.
Las conclusiones de mi odisea son, entre otras, demasiado hermosas para ser descritas por una pluma tan torpe como la mía (como el conoceros a tantos, el envidiar y admirar a tantas, y el que acosteis tan tarde), asinquecualo al respecto de la concentración las resumiré en:
a) Ya se puede, ya, tener un Saab con concesionarios como el de León y el de La Coruña (nos ha jodido, con buena po***, bien se jo**)
b)El petronio, debidamente alistado, y sin poder compararse, salvo en los gastos, con sus hermanos de gasolina, es perfectamente capaz de jugarse una multa como la de Eduard (lo siento, compañero, ya lo sabes), y aún de mayor importe.
c) Una m***** de pieza de plastico llamada "Sensor D: presión atmosférica", pueden joderte un viaje, y pensar que te has cargado un motor.
d) 136 leuros de la bolsa, y un taller competente, atendido espléndidamente, solucionan el punto c)
e) La próxima vez que vaya a La Coruña, no os librais de esas cervezas ni Rubén, ni Mauricio ( y si es preciso, nos las tomamos mientras arreglas el coche de tu madre)
f) El marido de la chica que cobra en el concesionario, es un capullo que en absoluto la merece.
g) El mundo es un pañuelo, en el que dá gusto vivir cuando encuentras un amigo en una situación apurada (otras mil o dos mil gracias, Rubén)
Perdonad el ladrillo, el tocho, y la pesadez, pero consolaos pensando que hubiera sido peor en fascículos, repartido en varios post's.